Si hace unos días hablábamos sobre la renuncia y cómo atajarlo, hoy vamos a plantear una situación similar, pero desde la “otra cara de la moneda”; el despido silencioso o quiet firing.
El Quiet Firing es aquella situación en la que un trabajador comienza a detectar que no se está contando con él en la empresa. Entre otras, las sensaciones son de abandono, rechazo o descapitalización profesional. Una práctica que se lleva a cabo en silencio desde la dirección (de ahí su denominación) y con la que se busca la renuncia voluntaria del empleado sin tener que recurrir a su despido, con el consiguiente ahorro debido a indemnizaciones y/o costes judiciales.
Al igual que con la renuncia silenciosa, no es un fenómeno que sea nuevo, pero sí ha cobrado mayor visibilidad gracias a las redes sociales y a una mayor conciencia sobre la salud mental en el trabajo.

¿Pero, por qué ocurre?
Las razones pueden variar. Como ya se ha comentado, a veces, las empresas no quieren enfrentar el costo económico o jurídico de un despido formal. En otras ocasiones, se trata de una falta de habilidades de gestión por parte de los líderes y responsables de las mismas o, incluso, de una cultura organizacional tóxica que tiene normalizado este tipo de comportamientos.
En ese sentido, y sin entrar en lo lícito o ético de estas medidas, hay que llamar la atención de los riesgos y consecuencias que puede suponer. Para la empresa, aunque pueda parecer una solución fácil, el despido silencioso puede dañar su reputación, disminuir la moral del equipo, la retención del talento y aumentar la rotación de personal. Además, puede incidir en la rentabilidad a medio plazo, ya que el coste que la empresa asume con este tipo de prácticas puede llegar a ser inversamente proporcional a su beneficio.
¿Qué señales me tienen que poner en alerta?
No tienen por qué darse todas ellas, pero, si varias de ellas coinciden en el tiempo, puede ser sintomático de que algo ocurre.
- Aumento excesivo del volumen de trabajo: Todos tenemos picos de trabajo, pero, en este caso, hablaríamos de que se producen sin una justificación clara ni una organización adecuada y de forma mantenida en el tiempo
- Paralización total de proyectos: o bien la finalización definitiva de aquel en el que se desempeñan habitualmente las tareas. Esto puede provocar que el trabajador quede en una especie de limbo funcional, ya que no tiene asignada ninguna tarea concreta, pendiente de resolver y que se alargue intencionalmente en el tiempo hasta que la persona se acabe “aburriendo”.
- Reorganización de equipos y responsabilidades: constantes reubicaciones del trabajador en distintos departamentos/proyectos o la eliminación progresiva de toda responsabilidad, autonomía o iniciativa dentro del grupo.
- Reducción de presupuesto u otros recursos: provocando un bloqueo y la imposibilidad de alcanzar los objetivos y/o resultados requeridos para condicionar el trabajo del departamento o del empleado y su rendimiento.
- Estancamiento profesional: una evidente falta de reciclaje en el puesto de trabajo, así como de nuevos proyectos laborales y de desarrollo profesional o promoción dentro de la empresa.
- Congelación salarial arbitraria: cuando existe un agravio comparativo con trabajadores de la misma categoría, departamento o responsabilidad funcional. También, y de una forma más velada, incumplimiento del contrato psicológico o expectativas salariales marcadas al comenzar en la empresa.
Una vez que hemos definido de forma más precisa este fenómeno, seguro que intentas hacer memoria para ver si alguna vez ha sucedido algo similar a tu alrededor o en alguna empresa en la que hayas colaborado ¿A qué conclusión llegas?
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Profesor del área de Recursos Humanos y Liderazgo en SEAS, Estudios Superiores Abiertos, centro de formación online del Grupo San Valero. Puedes visitar su perfil en LinkedIn.