Controlar los costes energéticos es clave para mantener la rentabilidad de una empresa. Sin embargo, hay partidas en la factura eléctrica que muchas veces pasan desapercibidas o no se entienden del todo. Una de ellas es la energía reactiva. Aparece como un concepto técnico, casi críptico, pero lo cierto es que puede suponer un gasto importante mes a mes. La buena noticia es que se puede eliminar y en este artículo de SEAS te vamos a contar cómo. ¡Vamos allá!
¿Qué es la energía reactiva?
Cuando usamos electricidad en nuestras empresas, lo que realmente aprovechamos para hacer funcionar las máquinas, la iluminación o la climatización es la energía activa. Es la que realiza un trabajo útil. Pero hay otra parte de la electricidad que circula por la instalación sin producir trabajo, que va y viene entre los equipos y la red eléctrica: eso es la energía reactiva.
Este fenómeno se da sobre todo en aparatos con motores, transformadores o sistemas de iluminación con balastos, como sucede en muchas instalaciones industriales y comerciales. Estos equipos necesitan crear campos magnéticos para funcionar, y para ello «toman prestada» energía de la red. Esa energía no se consume realmente, pero sí afecta al sistema eléctrico, provocando una carga extra que debe gestionarse.
¿Por qué se paga la energía reactiva?
Aunque no se transforma en luz, calor o movimiento, la energía reactiva sí tiene un impacto en la red eléctrica. Hace que aumente la intensidad de la corriente, sobrecarga las instalaciones y reduce la eficiencia del sistema. Las compañías eléctricas deben compensar estos efectos para garantizar la estabilidad del suministro, y por eso penalizan a quienes generan demasiada energía reactiva.
En la factura eléctrica, esta penalización suele aparecer cuando el consumo de energía reactiva supera ciertos niveles. En España, por ejemplo, se empieza a aplicar un recargo cuando la energía reactiva supera el 33% de la energía activa consumida. El problema es que muchas empresas no revisan este apartado y acaban pagando mes a mes un sobrecoste innecesario.
¿Cómo eliminar la energía reactiva de la factura?
La solución más efectiva y directa para evitar estos costes es instalar baterías de condensadores. Se trata de equipos que compensan la energía reactiva en la propia instalación, evitando que esta circule por la red. Son sistemas automáticos, que se adaptan al consumo en tiempo real y que pueden instalarse fácilmente en el cuadro eléctrico general.
El coste de estas baterías depende del tamaño y de la potencia contratada, pero en la mayoría de los casos se amortiza en menos de dos años gracias al ahorro que generan en la factura. Además, su instalación mejora la eficiencia energética de toda la instalación y puede alargar la vida útil de equipos eléctricos, al reducir las sobrecargas.
También es recomendable hacer una auditoría energética para analizar la calidad del suministro, revisar las penalizaciones aplicadas y valorar qué equipos están generando más energía reactiva. A veces, con una pequeña inversión se pueden conseguir grandes ahorros.
En definitiva, la energía reactiva es uno de esos costes ocultos que pueden pasar desapercibidos, pero que tienen solución. Para cualquier CEO o responsable de operaciones, eliminar este gasto es una forma sencilla y efectiva de reducir la factura eléctrica sin renunciar a nada. En el caso de que quieras formarte sobre este tema, seguro que te interesa el Curso de Ahorro y Eficiencia Energética en la Edificación de SEAS. ¡Échale un vistazo!
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